Opinión
Van Nistelrooy, un madridista más
- 09 de enero
de 2012 -
- Paco Navacerrada
El pasado martes, durante el partido de ida de los octavos de final de la Copa del Rey entre el Real Madrid y el Málaga, mediada la segunda parte, Manuel Pellegrini, entrenador del equipo andaluz, decidió sustituir a Ruud van Nistelrooy. En ese momento, el Santiago Bernabéu se puso en pie y despidió con una sonora ovación a un hombre que dejó muchas cosas sobre el césped de Chamartín. El holandés, que llegó en silencio y sin hacer ruido en el verano de 2006, fue uno de los jugadores clave en la consecución de los dos últimos títulos de Liga que relucen en la sala de trofeos del Real Madrid. En su primera temporada, incluso, fue máximo goleador del campeonato con 25 goles. Aún se recuerdan los dos que marcó en La Romareda al Zaragoza para mantener el liderato en la penúltima jornada y llegar al último partido ante el Mallorca con todas las opciones para ganar el título. Yo, personalmente, recuerdo uno que le marcó al Valencia, de volea, tras un centro desde la izquierda de Miguel Torres. Santi Cañizares, portero del conjunto che esa noche, describió esa jugada así: “En el momento que escuché a la bota impactar con el balón, sabía que era gol”.
Por eso, y por muchas cosas más, como su honradez, carácter, espíritu, a Ruud van Nistelrooy le venera el Bernabéu. Es un caso extraño, porque ni siquiera llegó a disputar 100 partidos oficiales con el Real Madrid. Jugó 96 en las tres temporadas y media que estuvo vistiendo de blanco. En esos 96 encuentros marcó 64 goles e hizo, desde la humildad y ganas, lo que se le pide a un delantero. Si hiciésemos una votación con los cinco mejores delanteros centro de la historia del Real Madrid, probablemente Van Nistelrooy no estaría en entre esos cinco. Seguramente, los aficionados votarían antes a Di Stéfano, Hugo Sánchez, Ronaldo Nazario, Cristiano Ronaldo o Santillana, puede que incluso votasen antes a Morientes o Zamorano, pero a Van Nistelrooy la gente le quiere.
Un iluminado de la zona noble del Bernabéu, cuando Van Nistelrooy convalecía de la lesión que le provocó abandonar Chamartín, dijo que Ruud se tenía que ir del Madrid porque no marcaba goles. Ese tipo aún sigue tan ancho en su despacho. A Van Nistelrooy lo lastró ser un fichaje de Ramón Calderón. Lo despacharon como despacha la directiva actual a los jugadores que lo han dado todo por esa camiseta y ese club. De todos modos, Van Nistelrooy tuvo más suerte que otros. Él se pudo despedir, aunque no vestido de corto, desde el césped, dando las gracias a los aficionados por tanto cariño. Eso no lo pudieron disfrutar mitos actuales como Raúl o Guti.
Pero Van Nistelrooy es como el rock and roll, boomerang, y siempre vuelve. Casi un año después de su desgraciada lesión, el holandés volvía a un campo de fútbol y, como no podía ser de otra manera, lo hacía marcando un gol. Por marcar ese gol, volvió a lesionarse y todo se abocó al final.
Pasé junto a Van Nistelrooy los tres años y medio que estuvo en Madrid. Fue un tipo entrañable, siempre tenía una sonrisa y un gesto amable que regalar y nunca ponía mala cara por nada. Ni siquiera cuando estuvo lesionado perdió la alegría. Por todo eso, Ruud está en el corazón de los madridistas que no olvidan que el Madrid ganó dos ligas estando él en el equipo. Él sí nació para jugar en el Real Madrid. Otros, a los que parece que les deben y no les pagan, más que nada por la cara que ponen, deberían hacérselo mirar.