Murray despierta del sueño a Del Potro

El escocés reedita el oro ganado en Londres después de vencer en el cuarto set al argentino (7-5, 4-6, 6-2, 7-5), que dio evidentes síntomas de agotamiento físico
15 de agosto de 2016 - Sportyou
Juan Martín del Potro ha sido el verdugo de Rafa Nadal en estos Juegos Olímpicos de Río 2016, pero pocos españoles dirigieron su rabia e ira al argentino. Ante Andy Murray, muchos eran los que apoyaban al número 141 mundial, que ha emocionado a medio mundo al derrotar a monstruos como Novak Djokovic y Nadal después de superar su calvario de lesiones. Pero en la final, que se decidía al mejor de cinco sets, era demasiado ya para ‘Delpo’.
La diferencia sideral entre Murray -número 2- y Del Potro en el ránking ATP era proporcional al cansancio físico de ambos. El británico había llegado a la final sin despeinarse ante Kei Nishikori, mientras que el argentino había sudado tinta china para vencer al mallorquín. Y éste lo acusó. Quizá una de las razones por las que el primer set fuera de tan baja calidad. Hubo hasta cinco breaks por los numerosos errores no forzados y la irregularidad en los servicios. Ambos tenistas insistían en apurar la línea de fondo y el ritmo no era fluido.
Con sus mejores armas -la derecha desde el fondo de la pista-, el de Tandil llevó la iniciativa para llevarse el segundo set. Como durante todo el torneo, el argentino dio un salto de calidad a mitad del encuentro e hizo que el carrusel de fallos se frenara. Cada punto era más codiciado, Murray se dio cuenta y en el tercer set, se comió a un Del Potro cada vez más fundido físicamente. Prueba de ello es el par de dobles faltas consecutiva que cometió en el quinto juego.
Del Potro ya jugaba más con el instinto que otra cosa. Las estatuas a las cruzadas de Murray eran constantes y aunque llegara, tocaba red. Pero si algo le caracteriza es su orgullo. Al igual que Nadal -por eso muchos españoles se sienten identificados con el argentino-, la toalla solo la tira para secarse el sudor. Llegó a ponerse por delante en el marcador con colaboración del reciente campeón de Wimbledon, que cometía errores por precipitarse. Estaba nervioso al tener a una bestia que no se iba a rendir nunca.
Cuatro horas después, Murray tampoco iba sobrado pero más gasolina que su oponente tenía. Dos saques directos seguidos antes del punto final que le dio el 6-5 en el cuarto set le dieron confianza. Dos aficionados argentinos consiguieron distraerlo -posteriormente fueron expulsados del estadio- cuando iba a rematar, pero el campeón olímpico se rehizo, se centró y se vistió de aquella madre que hace cabrear al hijo: le despertó del sueño más bonito que había tenido en los últimos años.