Opinión
La injusta historia de Saviola
- 25 de junio
de 2009 -
- Quim Doménech
Entre los que tienen la puerta abierta en Chamartín -más de los que la tienen cerrada-, está Javier Saviola (27 años). Es verlo en la lista de tranferibles y empezar a darle vueltas a su historia. Me alegré el día que Bernd Schuster -tras interrumpir Irene Junquera su sobremesa- avanzó que lo de Saviola era “cuestión de días”. Su fichaje en aquel momento era una oportunidad para reivindicarse en casa del rival que le había ignorado en los últimos años. Pero para tranquilidad de los culés, jamás hubo atisbo de frustración por su cambio de camiseta.
La trayectoria del ‘Pibito’ es espectacular. Hace ocho años, era elegido mejor jugador del mundial sub-20. El presidente Gaspart llegó a pagar 24 millones de dólares por la joven promesa de River y en el Barça pasó a tener un contrato quizá demasiado pretensioso pese a su buen cartel. Pero respondió con goles (60 en tres temporadas) y se ganó el cariño de la afición. Hasta que Txiki Begiristáin puso de manifiesto que no era de su agrado y empezó la ronda de cesiones; primero Mónaco (17 goles), luego Sevilla (15 tantos y una UEFA) hasta volver al Barça y quedarse un último año (12 goles más y con cariño, pero no tanto).
Ya en el Madrid, no llegó a jugar ni con quien lo pidió (Schuster), ni con quien ya lo tuvo y ganó (Juande Ramos). No se le recuerda un desaire, un mal gesto, una declaración fuera de tono. ¡Ni tan sólo una leve cabezadita en el banquillo! Ha transmitido profesionalidad. No se le puede pedir amor a los colores porqué seguramente sólo lo siente por la albiceleste y por River. Pero al ‘conejo’ no le han dejado ni salir de la chistera. ¿Porqué? No me creo lo de su altura (1,68), porqué en el área tenía más peligro que un post de Frédéric Hermel en SportYou. Tampoco me convence lo de su carácter introvertido, ya que demostró, con 20 años, que podía ser delantero con responsabilidad en un equipo grande. Si alguien no da razones más convincentes seguiré creyendo que se ha sido injusto con él, como mínimo los dos últimos años. Y ojalá tenga una nueva oportunidad. Se la merece.