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Ciclismo

La grupeta de los once

El vencedor en Plateau de Beille gana ese mismo año el Tour de Francia. Pantani en 1998, Armstrong en 2002 y 2004, Contador en 2007. Así fue en las únicas cuatro veces en que había terminado etapa en esta cumbre pirenaica. La (merecida) victoria de Vanendert obliga a guardar esa agradecida leyenda ciclista en el […]


16 de julio de 2011 Daniel Cana - Sportyou

El vencedor en Plateau de Beille gana ese mismo año el Tour de Francia. Pantani en 1998, Armstrong en 2002 y 2004, Contador en 2007. Así fue en las únicas cuatro veces en que había terminado etapa en esta cumbre pirenaica. La (merecida) victoria de Vanendert obliga a guardar esa agradecida leyenda ciclista en el cajón y a revisar la mucho más prosaica realidad que tenemos delante. Tras Tourmalet y Luz Ardiden ayer, y seis puertos encadenados para terminar hoy en la montaña de los ganadores, once ciclistas, once, casi en grupo, alcanzaron la meta sin diferencias apreciables más allá del hueco del vencedor y de Samuel Sánchez.

Demasiados para estar terminando la segunda semana de carrera. Ni los paseos por las nubes entre los dos amigos en 2010 ni la marcha general. El equipo Leopard volvió a estar muy presente en la carrera pero con poco resultado. Comenzaron a tirar a setenta y cinco kilómetros, con O’Grady en las subidas y Cancellara en los llanos. Además habían incluído en la escapada a Voigt y a Gerdemann. Pero ni consiguieron un ritmo que limitara los efectivos ajenos en la subida final, ni pudieron colaborar en ninguna táctica para los hermanos Schleck. Deben pensar, para los Alpes, en la alternativa de esperar al último puerto y arrancar con todo allí, impulsos más cortos pero más brutales, porque el esfuerzo de fondo no les está dando ningún resultado.

A inicios de Plateau de Bielle, nada más pasar por Les Cabannes, Cancellara se apartó y un poco más tarde, a diez kilómetros, Andy realizaría el primer movimiento. Hubo varios más. Arrancadas fáciles, ligeras, que parecían caminar, pero inmediatamente detenidas, mirada atrás y resto de acompañantes a rueda. Unos tardaban un poco más que otros, pero solo Cunego quedó descolgado de los que empezaron. Frank lo probó también, pero con la misma intensidad que su hermano, y mucho más tímido que en Luz Ardiden. Contador, por su parte, también ágil para cogerles la rueda, pero jamás dando relevo, ni mucho menos replicando con un ataque. Sorprendente para un corredor ofensivo y ambicioso por naturaleza. Lo lógico es pensar que no va sobrado y sigue renqueante de la rodilla, pero su pedaleo por momentos no muestra esa dificultad.

Andy tampoco muestra el poderío subiendo que tenía el año pasado, pero conviene recordar que es el corredor que más intentos, de la intensidad que sea, ha lanzado en este Tour. Leo a través de twitter que desde España llegan calificativos gruesos contra los hermanos, o comentarios calificando a Evans como un haragán. Lo único cierto es que los tres han dado más la cara que Alberto y que los tres le aventajan en la clasificación. Clamar por una contrarreloj final como motivo para que los Schleck, solo ellos, ataquen y ataquen, sin recordar el hundimiento de Evans en una similar a la de Grenoble en 2008, o la igualdad entre Andy y Alberto el año pasado, es empeñarse en convertir la realidad en deseo. Contador es séptimo, tiene a seis ciclistas por delante, entre ellos Basso, Samuel y el conmovedor Voeckler, y solo le quedan el Galibier y Alpe D’Huez para aligerar tiempo.

Quizá nada es lo que parece, y las cartas se jugarán ya con menos miedo la semana que viene, como opinaba entre sonrisas Samuel en la meta. Quizá las fuerzas realmente son muy similares y los combustibles están igualados, pese a las muy diferentes preparaciones y desarrollo de la temporada que han llevado todos los favoritos. Quizá Contador ha mutado en un corredor frío y calculador que, con absoluta confianza en sí mismo y hastiado de todo lo que ocurrió el año pasado, prefiere esperar a un golpe de gracia, a tener que hacerlo solo una vez. Quizá Andy está tan fuerte que los Pirineos se le quedan cortos y, como decía en la llegada, «El porcentaje aquí no es demasiado difícil. Tengo que subir más selectivo. Los Alpes son diferentes». Demasiadas incógnitas. Monsieur Galibier, por favor ayúdenos a despejarlas.

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