«¡Soy yo!» y voy a por Nadal

Rafa Nadal acaba de derrotar a Simone Bolelli (6-2 y 6-2) y se enfrentará en cuartos de final del Mutua Madrid Open ante Grigor Dimitrov, un tenista al que ha ganado en las cinco ocasiones que se han enfrentado y que no se cansa de gritar «¡Soy yo!»… Haskovo, Bulgaria. Corre 1996 y Maria se […]
7 de mayo de 2015 TENNISTOPIC - Sportyou
Rafa Nadal acaba de derrotar a Simone Bolelli (6-2 y 6-2) y se enfrentará en cuartos de final del Mutua Madrid Open ante Grigor Dimitrov, un tenista al que ha ganado en las cinco ocasiones que se han enfrentado y que no se cansa de gritar «¡Soy yo!»…
Haskovo, Bulgaria. Corre 1996 y Maria se acerca a su hijo, de apenas 5 años. “Toma Grigor, vete a jugar”. Le entrega una raqueta y una pelota de tenis y surge la chispa. Se enciende una llama perenne. Amor a primera vista, rayando la obsesión. Érase un niño a una raqueta pegado…
“Grigor estaba ansioso por aprender. Cualquier cosa que le enseñase, la hacía con tanta facilidad como un artista sus pinturas. Su deseo era jugar al tenis. Estaba obsesionado, jugando y pensando en ello desde el amanecer hasta el anochecer. Mantener su interés no fue nada difícil para nosotros”, cuenta Dimitar, padre y primer entrenador del pequeño deportista.
Y con tanto interés y tanto entrenamiento, los resultados no tardaron en llegar: en 2008, campeón júnior de Wimbledon y el Abierto de Estados Unidos. Entonces surgieron las comparaciones, instigadas desde el propio entorno del joven prodigio. Peter Lundgren, antiguo entrenador de Federer y tutor por entonces de Dimitrov, soltó la bomba: “Tiene todos los golpes: saque, cortado, efectos… todo. Y sobre todo tiene el fuego, el deseo de ganar. Grigor es mejor que Roger a su edad”. De ahí al ‘Baby Federer’, apenas unas gotas de tinta periodística.
“Por supuesto, eso me metió más presión, pero creo que lo hizo con buena intención. Es agradable oír eso, pero no era el momento”. Sus resultados empeoraron. En 2009, apenas una semifinal en el circuito Future. Al año siguiente, paso adelante, con tres Futures y tres Challengers conquistados de forma casi consecutiva. Pero el apodo seguía pesando demasiado. La mochila era insoportable.
“Yo pasé por lo mismo. Lo importante es simplemente seguir trabajando duro y no frustrarte demasiado por viajar y perder pronto, por pasar todo el tiempo en la pista de entrenamiento”, aconseja Federer, su supuesto alter ego. En 2011, metido ya de lleno en el circuito ATP, firma ya 18 victorias, varias ante tenistas ubicados entre los 40 mejores del mundo.
“Todo depende de ti. Todo está dentro de ti”. Una y otra vez, sin descanso, Grigor empezó a repetirse ese mantra. Sabía que tenía el talento y los golpes para jugar muy bien, pero tocaba hacerlo. “Necesita sentir libertad para que su creatividad hable”, opina Patrick Mouratoglou. “No importa cuántas veces entre a un partido con mi equipo diciéndome ‘hey, tienes que hacer esto o tienes que hacer lo otro’. Todo depende de mí. Escucho mi voz interior y si quiero hacerlo, lo hago. Para mí es muy importante improvisar”, sentencia Grigor.
Llega 2012 y con él la primera temporada con balance positivo de victorias-derrotas. Queen’s, Bastad y Gstaad le ven en semifinales. Al año siguiente, el primer título, en Estocolmo nada menos que ante David Ferrer, por entonces la tercera raqueta del planeta. La primera, en manos de Novak Djokovic, se estremece con el ambiente del Mutua Madrid Open al caer derrotado ante el prodigio búlgaro, que nunca más será un niño. Nada de baby…
“¡Soy yo!”, grita Grigor en la revista Deuce. “Tienes que presentarte a ti mismo cómo eres y es lo único que me importa. Siempre que juegue mi juego, juego como me siento, juego como quiero expresarme en la cancha. Lo más importante ahora mismo es salir a la pista y de verdad jugar cada partido como yo quiero jugar a este juego, como estoy predestinado a jugarlo”.
2014 es el año de la confirmación. Wimbledon le ve en semifinales y Acapulco, Bucarest y Queen’s le coronan. 2015, en cambio, no ha empezado como esperaba, pero hace tiempo que Baby Federer es un susurro inaudible de memorias facilonas. “¡Soy yo!”. Me llamo Dimitrov… Grigor Dimitrov.