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20 de marzo de 2023 20/03/23

Opinión

Rosell, equilibrios en el aire

El pasado 10 de diciembre de 2010, en el Día de los Derechos Humanos, el FC Barcelona anunció un acuerdo de patrocinio con la Qatar Foundation para los siguientes años, con un beneficio para el club de 30 millones de euros por temporada más bonus por títulos y otras variables. Unos días más tarde, el […]


18 de noviembre de 2012 Daniel Cana - Sportyou

Sandro Rosell, presidente del FC Barcelona

El pasado 10 de diciembre de 2010, en el Día de los Derechos Humanos, el FC Barcelona anunció un acuerdo de patrocinio con la Qatar Foundation para los siguientes años, con un beneficio para el club de 30 millones de euros por temporada más bonus por títulos y otras variables. Unos días más tarde, el Presidente Rosell se felicitaba por el acuerdo al tiempo que señalaba que respondía a las necesidades financieras del club y que la solución pasaba por un patrocinio así antes que vender patrimonio, subir los abonos o tocar las secciones.

La camiseta, principal activo del acuerdo, tendría publicidad por primera vez en la historia del club, pese a que desde la Asamblea de 2003 la Directiva estaba autorizada a plantearlo: “Lo que haremos será explicar bien el acuerdo. Si la Asamblea se muestra contraria, lo tiraremos atrás. La Asamblea es soberana”, declaraba Rosell. Su vicepresidente económico Javier Faus, calificó a la Qatar Foundation como un patrocinio «de calidad exactamente igual» al de UNICEF, además de definirla como una «organización sin ánimo de lucro» y «progresista».

Pese a que en junio de 2011 el club anunció la reducción de un 1% anual del presupuesto destinado a las secciones profesionales durante los próximos cinco años, con el objetivo de pasar de un 10% a un 5% al final del mandato presidencial, los socios ratificaron en septiembre de ese mismo año el acuerdo, aceptando la posibilidad de un nuevo anunciante a partir de la temporada 2013-2014. Así, el dinero qatarí combinado con la ausencia de gasto en variables por títulos de Liga y Liga de Campeones, permitió a la Junta de Rosell presentar el cierre del ejercicio 2011-2012 con un beneficio récord de 48,8 millones. La fórmula del éxito no parece responder a un complejo algoritmo financiero, sobre todo teniendo en cuenta que (también) los abonos de facto se han subido al convertir la Supercopa en partido de pago (remítase el amable lector a la última línea del primer párrafo de este artículo).

Con estos antecedentes, llegamos al reciente anuncio de que que la aerolínea Qatar Airways será el nuevo  patrocinador de la camiseta azulgrana a partir de la próxima temporada. Lo firmado con Qatar Sports Investment, verdadero poseedor de los derechos, ya posibilitaba el cambio a partir del tercer curso, y el club lo ha hecho público un día más tarde de que ocupara (casualmente) la portada de Mundo Deportivo y lo que es peor tras no haberlo ni mencionado en la pasada Asamblea (sí, ese órgano soberano) del pasado mes de septiembre 2012.

Qatar Airways ha sido nombrada como la mejor aerolínea del mundo los dos últimos años. Perfecto. De ahí a leer que es «una marca ambiciosa con aspiraciones globales, siempre comprometida en conseguir la máxima excelencia en su ámbito. Estos son objetivos con los que el FC Barcelona se identifica plenamente», van más de los treinta mil pies de altura a los que vuelan sus Boeing 777. En el permanente (y cada vez más ridículo) equilibrio de esta Junta entre hacer ver que les importa el romanticismo y aquello del Més que un Club y la gestión profesional e interesada, de nuevo don Javier Faus nos ofrece la solución a nuestras objeciones: «Qatar Airways no tiene ningún valor que vaya en contra de los nuestros. Consideramos que es una marca perfectamente homologable a lo que es el FC Barcelona»,

Por favor, déjenlo. Permitan que los valores, reales o inventados, cotidianos o simbólicos del club queden fuera de la recaudación de ingresos. No cuela y no es necesario. La competencia en el fútbol de élite del siglo XXI va mucho más allá del césped. El Real Madrid lucirá Fly Emirates en su camiseta la próxima temporada y hay que pugnar por el mercado. Es lógico e inevitable. Sin embargo, lo que llama más la atención es la mención a la posibilidad de que otro de lo motivos de su elección como patrocinador sea la importante apuesta que Qatar Airways intenta desarrollar en el Aeropuerto de El Prat, incrementando sus frecuencias entre Barcelona y el emirato del Golfo. Explica Faus que «Dada la muy delicada situación económica del país y de la ciudad, Qatar Airways nos ha manifestado su voluntad de invertir más en el aeropuerto de Barcelona y nos ha parecido que una compañía, en este caso extranjera, que quiera venir a nuestro país con las circunstancias actuales, merece todo nuestro respeto «.

Akbar Al-Baker, jefe ejecutivo de la aerolínea, declaraba la semana pasada que abandonaron las negociaciones para la compra de Spanair ante las amenazas de sanciones por parte de la Unión Europea, en forma de devolución de las ayudas públicas que había recibido Spanair durante todo el proceso. En la pasada Diada del 11S, la actual Directiva no permitió que el club estuviera oficialmente representado en la multitudinaria manifestación que recorrió las calles de Barcelona, con Rosell primero anunciando que no asistiría y después haciéndolo bajo el eufemismo del «a título personal», filtrando eso sí al día siguiente un diseño de la próxima segunda equipación con la senyera que veremos si se concreta definitivamente. Por el contrario, ahora el club se preocupa de la situación del país y de la ciudad, cuando se entiende que lo prioritario debería ser la economía del club, tan catastrófica en 2010, felizmente recuperada en apenas dos años. ¿Qué pensará Ferrán Soriano desde su confortable nuevo destino en Manchester? De nuevo, equilibros forzados. En tierra y por aire.

El Barça y los desequilibrios

Pep Guardiola siempre decía que, puestos a escoger, prefería como rival a un equipo encerrado atrás en su área que a otro más atrevido y presionando la propia salida del balón. En su época de jugador, Guardiola se hartó de jugar ese primer escenario, aglutinando balón en el círculo central y distribuyendo a izquierda y […]


23 de octubre de 2012 Daniel Cana - Sportyou

Alex Song, durante el Barcelona-Celtic

Pep Guardiola siempre decía que, puestos a escoger, prefería como rival a un equipo encerrado atrás en su área que a otro más atrevido y presionando la propia salida del balón. En su época de jugador, Guardiola se hartó de jugar ese primer escenario, aglutinando balón en el círculo central y distribuyendo a izquierda y derecha, haciendo partícipes a los extremos que Cruyff situaba en la cal bien para tocar rápido y reiniciar, bien para cambiar el ritmo y barrer rivales mediante acciones de uno contra uno.

Laudrup era capaz de regatear en seco. Stoitchkov en velocidad. Ambos capaces de enviar pases en profundidad y de aprovechar las diagonales rudimentarias pero eficaces de aquellos interiores, Amor, Bakero. También de alimentar el apetito de gol y de pelota al pie de ese genio disfrazado de indolente impostor llamado Romario durante aquella febril temporada del 94. La banda era en definitiva, para Guardiola y para el equipo, un desahogo pero también un arma. Recurso y emblema.

Esta noche el Celtic de Glasgow, como estaba previsto, eligió la opción de repliegue intensivo. Se encontró un gol como (mínimo) cada equipo que últimamente se enfrenta al Barça, y se dedicó a defenderlo. Lógico. El equipo azulgrana sacó el manual del cajón y comenzó a leer, de memoria. Pero más que recitar, tartamudeaba. Sin Busquets, Song pasó absolutamente inadvertido. Atrás también, donde apenas restó. Todo para Xavi, como aquel Pep de los 90. Sin embargo, cada pelota que marchaba a la banda, regresaba igual o peor, nunca mejorada. Pedro es voluntarioso, inteligente y gran definidor. Pero le cuesta horrores eliminar rivales por si mismo. Lo mismo vale para Alexis, que hoy además pasó media hora como ariete y también decepcionó, en esa virtud apreciada por ejemplo en duras batallas con Pepe y Ramos. Engullido por los acontecimientos.

El equipo fue, una y otra vez, sin apenas lucidez. Solo empató al borde del descanso con una jugada culminada por Iniesta entre esos tres genios que iluminaron el estadio de Wembley en aquella noche de mayo de 2011, y únicamente ganó en el descuento cuando el Celtic ya defendía tan cerca de su portero que ni era necesario el linier.

La paciencia es imprescindible para ese decorado que indefectiblemente recuerda a la semifinal contra el Chelsea. El problema es que el Barça de Vilanova ahora mismo no disfruta del pegamento que le permitía atacar bien, recuperar rápido y mejor, para volver a atacar. Por eso se sufre, y por eso cualquiera llega a Valdés, más allá del drama asumido del juego aéreo y de la anécdota pasajera de los goles en contra. Las jugadas no se terminan bien, si no sería imposible ver a Adriano chutar y chutar. Messi retrocede su posición, tanto que en la primera parte por momentos tenía a Xavi e Iniesta por delante, y el área del Celtic era poco menos que un erial carente de pólvora azulgrana. La pelota llega a los extremos, muy adelantados, y la posición de remate está vacía. Y esta vez no estaba Fábregas, por lo que no se le puede asignar su cuota de responsabilidad en la falta de ortodoxia.

La mezcla necesita picante. El ingrediente agresivo de la amenaza exterior. Que el lateral de turno sepa que no le bastará con guardar la posición y rápidamente apoyar al centro. El uno contra uno, el desborde. Cuanto más desaparece ese desequlibrio individual del fútbol moderno, más lo necesitará el Barça. Ahora mismo, en octubre, la maquinaria en piloto automático no es suficiente. Resultados justos ante rivales competitivos pero que en un cercano universo serían goleados sin piedad. No deben distraer, el juego es muy mejorable. La única certeza del partido fue Marc Bartra. El primer balón del partido que colgó el Celtic, lo tocó innecesariamente sin ningún rival cerca en vez de dejarlo pasar hacia Valdés. Iban veinte segundos de partido. A partir de ahí, impecable. Rápido y luciendo personalidad y anticipación. La fama que le precede era ruidosa pero en este caso muy merecida. El futuro es suyo.

Así quedan los grupos de la Champions

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El insomnio de Xavi Pascual

«He pasado las peores cuarenta y ocho horas de mi carrera como entrenador»; contento pero exhausto resumía Xavi Pascual el tiempo transcurrido entre la sonrojante derrota de su equipo el pasado lunes y la meritoria victoria de anoche, que envía la final ACB a un definitivo desenlace en el Palau Blaugrana. No parece osado aventurar […]


14 de junio de 2012 Daniel Cana - Sportyou

«He pasado las peores cuarenta y ocho horas de mi carrera como entrenador»; contento pero exhausto resumía Xavi Pascual el tiempo transcurrido entre la sonrojante derrota de su equipo el pasado lunes y la meritoria victoria de anoche, que envía la final ACB a un definitivo desenlace en el Palau Blaugrana.

No parece osado aventurar que quizá XP sufrió algo de insomnio durante estas dos noches, y, en el contexto de la reflexión/preparación del partido, decidió apostar por una defensa en zona y en general por las alternativas. El orgulloso marcaje al hombre que ha dejado a muchos equipos ACB y en Europa en poco más de sesenta puntos esta temporada estaba resultando absolutamente ineficaz para defender al Real Madrid, casi hasta para superar los bloqueos. Como ya sucedió en la final de Copa del Sant Jordi, los bases blancos anotaban fácil (allí Llull, en esta final Sergio Rodríguez, siempre Carroll) y los móviles y talentosos pivots se movían por la zona con precisión. Además la sangría en el rebote en el cuarto partido fue lo que terminó de convencer a Pascual: zona de inicio y a menudo tras canasta del rival; desde sus inicios en el banquillo azulgrana no lo hacia.

Funcionó bastante bien, impidiendo que el Madrid alcanzara con facilidad los veinte puntos al final del primer cuarto, como estaba sucediendo durante toda la serie, y de entrada convirtió el choque en un partido real, no en un doloroso montón de minutos de la basura. Por supuesto, la intervención del entrenador necesitó de colaboración en la pista. Sin N’Dong, cuya rodilla mandó parar, la rotación se redujo en jugadores y aumentó en minutos. Traducción: defensa, rebote, circulación fluida de balón (sí, difícil de creer pero ocurrió), acierto exterior (49% tiros 2, 59% en triples) y confianza a borbotones. Navarro ya titular, siempre disponible en los momentos de la verdad. Huertas al estilo de un base sólido sin perder sus virtudes características. Lorbek en otro virtuoso ejercicio de fundamentos. Pete Mickeal, motivado como en el día en que desafió a Kobe Bryant. Y, sobre todo, CJ Wallace.

Discutido por su pasaporte tanto como por su juego, el ex estudiante de Princeton se marchaba ayer del Palacio de Deportes con 29 puntos combinados en los dos partidos, 6/9 triples, un montón de rebotes y sobre todo el carácter imprescindible en una final. Perdidas las de Copa del Rey y la Final Four, el Barça al menos alarga la liguera hasta el máximo tiempo y necesitará la máxima atención. Pese a completar un partido casi sobresaliente, el equipo azulgrana solo pudo cantar victoria en el minuto 39; el Madrid es difícil de ganar en un intercambio de canastas, posee tiradores eficaces como antídoto ante defensas en zona y seguramente es consciente de que en líneas generales el 2-2 no describe de manera certera lo ocurrido en los 160′ de buen basket disputados hasta ahora. Vigilia hasta el desenlace en el Palau. Esta vez Pascual fue el más despierto.

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Repensando la posesión

La final de la Champions League en Munich, con el triunfo del Chelsea FC, ofreció, además de un ganador, otra importante conclusión para algunos sectores del periodismo deportivo: la temporada futbolística no ha sido la mejor y es necesario repensar el juego de posesión. Ni siquiera el simbolismo de ver a John Terry levantando la […]


4 de junio de 2012 Daniel Cana - Sportyou

La final de la Champions League en Munich, con el triunfo del Chelsea FC, ofreció, además de un ganador, otra importante conclusión para algunos sectores del periodismo deportivo: la temporada futbolística no ha sido la mejor y es necesario repensar el juego de posesión.

Ni siquiera el simbolismo de ver a John Terry levantando la Copa, vestido de futbolista pero sin haber podido jugar el partido por su indigna expulsión en el Camp Nou, culmen de la actuación de su equipo aquella noche, mereció demasiados comentarios. ¿Reflexión solo para los derrotados? Lógico si eres seguidor del Chelsea y llevas diez años persiguiendo el sueño europeo, olvidando para siempre la pesadilla de Moscú, absurdo para el resto de observadores más o menos imparciales. Si es que queda alguno, claro.

Cuando el Manchester United logró el título europeo en Barcelona en 1999 tras dos saques de esquina afortunados, jugó un mal partido, sí, pero participó del juego al mismo nivel que el Bayern. Sin Scholes ni Keane, sancionados, Beckham debió formar en el mediocentro con Butt y el equipo de Ferguson lo notó. Antes, habían dejado en el camino a Juventus e Inter Milán y jugado verdaderos duelos directos con el propio Bayern y el Barça en la fase de grupos. Comparar este título con el del Chelsea actual supone confiar demasiado en la ausencia de memoria del aficionado y buscar argumentos donde no los hay.

El debate se pervierte aún más cuando las opciones quedan reducidas al cincuenta por ciento: o intentar tener el balón o intentar ganar. Sin más. El lugar común de todos los estilos son válidos en fútbol es inútil desde el momento en que cada equipo puede jugar como le venga en gana a sus futbolistas, a su entrenador, a su dueño, a su afición o ni siquiera como deseen ninguno de ellos sino como buenamente salga cada partido, que también hay casos. Claro que son válidos. Y legítimos, mientras no irrumpan en el reglamento.

La importancia del resultado. Cualquier manera de jugar, estilo o táctica, salvo en los Globetrotters, está enfocada a obtener los puntos en juego. Nunca Menotti, Bielsa, Cruyff, Guardiola o cualquier sospechoso habitual que pretendan encontrar negó eso. Lo que se plantea es el protagonismo en el reparto, el porcentaje con el que se participa en la discusión por la victoria, la proporción entre el talento de tus futbolistas y el uso que haces de ellos.

El combate a sangre y fuego entre FC Barcelona y Real Madrid durante las dos últimas temporadas ha contaminado el diálogo futbolístico hasta convertirlo en un erial sin matices. El Madrid no podía ganar al Barça si no era con un fútbol ultradefensivo, con Pepe como interior y con el césped al estilo piscina municipal. Falso. Con un once casi idéntico el equipo de Mourinho perdió 5-0 en el Camp Nou y luego fue capaz de llegar, atacar y poner en dificultades al Barça en el mismo escenario. Este año, con cien puntos y más de ciento veinte goles en Liga, el Madrid tentó a la suerte jugando en Barcelona agazapado, con un 27% de posesión y con Casillas con más intervenciones que cualquier otro de sus compañeros de campo. Nada tuvo que ver su plan con el resto de la temporada ni siquiera con la manera de obtener los dos goles en el partido, por mucho que lo emblemático y definitivo de aquel triunfo concluyeran lo contrario. Es la lógica aplastante del yo gano, tú pierdes.

Cuando se recuerda que el Inter 2010 o el Chelsea 2012 negaron el juego del Barça y se duda del estilo, se elige, claro, hablar solo del resultado. Se obvia en ese caso el detalle y el resto de partidos, eliminatorias y títulos en los que la misma propuesta triunfó. Se otorga el mismo mérito, cuando no más, a un rebote afortunado, a un esforzado pero poco estimulante ejercicio defensivo por acumulación que al empeño por encontrar un pase, por lograr un regate o por conseguir que un remate supere a seis defensas y a un portero en el área pequeña. Todo vale, claro, pero no todo vale lo mismo.

La trinchera a la que a veces nos empujan de los colores propios. La única justificación lógica a la permanente inquina en negar los méritos ajenos. El silencio de los seguidores del Chelsea en la tercera gradería del Camp Nou, sentados, inmóviles, aburridos durante 88′, fue sepulcral hasta el gol de Torres, ¿a qué aficionado por muy leal que sea le gusta ver un partido en el que su equipo nunca tiene el balón? «El Chelsea pasa del balón, ¿y qué?» ¿Y qué?

En todos los deportes colectivos, el trabajo defensivo es imprescindible. Como en basket, balonmano. Bien ejecutado, es bello. El Milán de Sacchi, defendiendo a cuarenta metros de su portero. Pero es solo una parte del trato. ¿Qué sentido tiene defender si no es para atacar después? ¿Cómo puede ser el único objetivo en una final llegar a prórroga y penalties? ¿Cech, Cahill, Mikel, Lampard, Drogba, Mata o Torres, para despreciar el balón? ¿El fútbol solo tiene ese componente de azar y de juego cuando nos interesa, pero convertimos la ficción en matemáticas para ahorrarnos el fastidio y el riesgo de la valentía al competir de igual a igual, por si acaso? ¿También nos olvidamos de la inspiración, de la imposibilidad de rendir igual en cada uno de los sesenta partidos a jugar?

La temporada de todos modos no terminó en el Allianz Arena. Concluyó en el Calderón con el último ejercicio sinfónico del Barça de Guardiola, que tras dos semanas de descanso compareció insultantemente fresco y dañino para el rival. Superó marcajes zonales e individuales, distrayendo y acelerando con el toque a partes iguales. Así fue durante casi doscientos cincuenta partidos, un muestreo bastante más relevante que un par de eliminatorias. Ante el Barcelona no se puede jugar así. Puede. ¿Y el resto de los partidos? Copenhague. Betis. Villarreal. Ahtletic. Valencia. Todos ellos le jugaron alguna vez de tú a tú al Barça en estas cuatro temporadas. Si perdieron no fue por eso, sino porque tenían menos talento. Al igual que la mayoría que se encerraron en su área. Esa debería ser la diferencia en el marcador, no la osadía ni las intenciones. Un deporte no debería dar espacio al término suicidio, tan utilizado para enmascarar la simple superioridad técnica.

Mientras, la Eurocopa ha llegado casi sin avisar y los amistosos previos ya nos han mostrado las dificultades de Inglaterra para dar dos pases seguidos ante Bélgica o el sufrimiento de Italia ante Rusia, y es que el catenaccio como teoría se debilita con la misma rapidez que la fortaleza individual de los futbolistas. Holanda, Alemania, Francia, Portugal y España pondrán su destino en el balón, cada una a su manera. Grecia, futbolística y vencedora, solo hubo una.

Inspiración, paciencia…y ortodoxia

Pep Guardiola es un entrenador muy intervencionista. Lo fue antes de dirigir su primer partido del primer equipo, prescindiendo de Ronaldinho y Deco, y después, junto a Tito Vilanova, con cada alineación y con cada cambio táctico durante los noventa minutos. No acertó siempre, pero sí la mayoría de las veces. Con el 3-4-3; con […]


22 de abril de 2012 Daniel Cana - Sportyou

Pep Guardiola es un entrenador muy intervencionista. Lo fue antes de dirigir su primer partido del primer equipo, prescindiendo de Ronaldinho y Deco, y después, junto a Tito Vilanova, con cada alineación y con cada cambio táctico durante los noventa minutos. No acertó siempre, pero sí la mayoría de las veces. Con el 3-4-3; con Dani Alves de falso extremo, por primera vez en el Bernabéu en el año de de Pellegrini con buen resultado; con la aparición de los jóvenes extremos Tello y Cuenca (antes Pedro); con la confianza para Thiago; con la libertad para Messi; incluso, logrando la improbable continuidad de Adriano. Este sábado, no.

«Inspiración y paciencia» pedía Guardiola en la sala de prensa de Stamford Bridge para el partido de vuelta contra el Chelsea FC, pero era una receta perfectamente aplicable para el partido de anoche. Sin embargo, esas dos virtudes, en un equipo tan metódico y doctorado como el actual FC Barcelona, necesitan de una previa, la ortodoxia, en el juego de posición, en aquello que llamamos idioma Barça. Este sábado, el despliegue pareció al de un 3-2-2-3, con esos cuatro puestos intermedios para Busquets-Thiago por un lado, Xavi-Iniesta por otro. Pero mediocampistas en paralelo no son propios de este equipo. Thiago, cuya valentía es de reconocer, jugó de mediocentro como si fuera un carrilero, conduciendo sin parar. Busquets, fallón por lo incómodo, no al revés, no reconoció su lugar habitual y por momentos se encontró al borde del área del Madrid sin saber qué hacer, incluso más adelantado que Xavi e Iniesta, incapaces de generar espacios, convertidos en mediapuntas sin delanteros, salvo algún desmarque de Tello, a los que asistir.

Las mejores noches del Barça, aquellas en las que el balón vuela y el rival resopla, fueron con Busquets como émbolo, Xavi e Iniesta mezcando el juego a ambos lados y Messi barriendo todo el frente del ataque. Ellos construyen y distraen, para cuando toca aprovechar los desmarques de Henry, Villa, Pedro, Alves, Cesc o Alexis. Así fue en el 2-6, en el 5-0, en Roma, en la segunda parte de la final de Copa 2011, en Wembley, en partidos europeos contra Lyon o Bayern y en tantas y tantas noches en el Camp Nou. Pero en el clásico no; esa, quizá ligera para los técnicos, modificación, desnaturalizó el juego del equipo azulgrana, convirtió lo acostumbrado en extraño, lo frecuente en incómodo, lo persistente en tortuoso. Más de cuarenta balones perdidos en la primera parte. Messi sin tirar a puerta. Cambios tardíos y carencia desde el banquillo de opciones para cambiar el negativo rumbo del partido. El Madrid, con menos de un 30% de posesión, su peor cifra del curso, con Casillas siendo el jugador que más tocó el balón, logró exactamente las mismas llegadas al área y disparos a puerta que su rival. Datos devastadores para un equipo que acostumbra a dictar su ley con el balón y a defenderse con él. El Madrid tuvo su mérito, por supuesto. Solidaridad y concentración, buenas coberturas, un magnífico pase de Özil y Cristiano Ronaldo. Nada, por otra parte, que no hubiera hecho antes y, lo siento, lejos de ningún tipo de exhibición.

Si consigue superar la semifinal, el Barça tendría casi un mes para preparar a conciencia esa final de Champions League y la de Copa del Rey. Es mucho tiempo. El equipo terminó la Liga BBVA pasada pidiendo la hora y se presentó en Wembley como un rodillo de seda. Tiempo para que Xavi pueda recuperarse hasta donde sea posible. Para que Fábregas repiense su papel y comprenda que es capaz de jugar de interior o de llegador, que tiene condiciones para ambas cosas y que no es un drama fallar un gol. Para confirmar que Piqué no ha dejado de contar, que su temporada en lo físico ha sido muy difícil y que la forma reciente de Mascherano & Puyol ha dificultado su papel en el momento decisivo del año. Y, sobre todo, tiempo para volver al primer y único plan de este equipo. El A. El AAA del fútbol mundial. Con los retoques puntuales que ayuden a evitar la rutina y dificulten el trabajo de los rivales, pero sin perder de vista el objetivo: alimentar el ecosistema de Messi con balón, rápido, de fuera a dentro, impulsado por los mejores centrocampistas del mundo. Una pócima que ha triunfado y sobrevivido a todo durante cuatro años y que ahora se enfrenta a otro reto colosal, sus propios anticuerpos.

Barroquismo ilustrado

El FC Barcelona se jugó en Londres la ida de una semifinal europea pero en realidad afrontó una situación futbolística muy parecida a la jugada en el campo del Levante el pasado sábado. Pocos y reducidos espacios, con el añadido de un exceso de balón aéreo del Chelsea que incomodó enormemente a los azulgrana en […]


18 de abril de 2012 Daniel Cana - Sportyou

El FC Barcelona se jugó en Londres la ida de una semifinal europea pero en realidad afrontó una situación futbolística muy parecida a la jugada en el campo del Levante el pasado sábado. Pocos y reducidos espacios, con el añadido de un exceso de balón aéreo del Chelsea que incomodó enormemente a los azulgrana en los primeros minutos. Al poco, Fábregas se retrasó unos metros, envió un pase profundo para la descarga de Messi eliminando al tiempo a toda una la línea de centrocampistas rivales, hasta cuatro, permitiendo a Iniesta asistir al desmarque de Alexis. La jugada terminó en el travesaño pero inspiró al Barça. Mucha posesión y llegadas espaciadas, pero claras. Cesc, por dos veces. Messi de cabeza. Para entonces el Chelsea ya había asumido el papel que le tocaba, simbólicamente representado por un par de carreras de Mata detrás de Adriano.

Agonizaba el primer tiempo, con el Barça orgulloso y confiado en su acierto para la reanudaciòn cuando Messi resbala, aparenta lesión en la ingle y desata el shock. Renqueante, recibe un balón en el medio campo, demasiado pronto y toma una mala decisión: regate. Ese balón perdido vuela hacia la banda donde Mascherano y Puyol, seguramente perplejos por lo inhabitual del fallo de su compañero, primero acuden juntos a cerrar el pase y después olvidan al único delantero a su espalda. Adriano no llega a la cobertura. Drogba se aguanta un momento en pie y marca. 1-0 y estupefacción general.

Una larga jugada, ya en la portería de 2009, culminada con un tiro raso de, claro, Iniesta, y un gran pase de Cesc a Alexis que no pudo finalizar en área pequeña, parecieron consumir el catálogo azulgrana tras el descanso. Espesor, exceso de juego por el centro y posiblemente cambios tardíos. El refresco de Pedro y Thiago ayudó a un equipo que perdía 1-0 con un partido de vuelta pendiente pero jugaba como si le quedaran un puñado de minutos de vida. Cabezazo de Puyol que encuentra Cech. Pedro al palo. Busquets a King´s Road. No hubo manera.

El Barça más goleador de la etapa Guardiola, en ocasiones, cual analista en dificultades, se encuentra con un ratio infame que no aporta lustre al juego y ocasiones generadas. El barroquismo suele señalarse como factor, pero se olvida de que, aun sobrecargado o pomposo, sigue siendo arte. Barça dominó de forma solvente y autoritaria. Fue ambicioso e inconformista. La inspiración se recibe, no se compra, y alguna noche tarda más de la cuenta.

Esa sutileza y precisión para seguir disfrutando con el juego por dentro que tanto gusta a este equipo pero acompañada por la paciencia de distraer por las bandas serán las claves para la vuelta. Ni siquiera hablaría de remontada, sino de jugar el partido de siempre y aprovechar las ocasiones como nunca. Quizá el sábado el Clásico ofrezca una buena oportunidad para ejecutar y poner en práctica esas virtudes.

Barça, variaciones y permutaciones

La estadística, tan utilizada últimamente en el fútbol pero casi siempre de forma cuantitativa sin el análisis cualitativo, define permutación como una de las posibles ordenaciones de todos los elementos de un conjunto. Sin Alves, Adriano y Abidal, el FC Barcelona se presentaba en Mallorca con dos opciones, bien defensa de cuatro con un jugador del filial, bien […]


24 de marzo de 2012 Daniel Cana - Sportyou

La estadística, tan utilizada últimamente en el fútbol pero casi siempre de forma cuantitativa sin el análisis cualitativo, define permutación como una de las posibles ordenaciones de todos los elementos de un conjunto. Sin AlvesAdriano Abidal, el FC Barcelona se presentaba en Mallorca con dos opciones, bien defensa de cuatro con un jugador del filial, bien teórica linea de tres con el riesgo de la posición de Mascherano, demasiado abierto (como en Valencia) para sus características como central corrector.

Guardiola eligió la segunda opción, pero acompañó la decisión con un sinfín de ajustes adicionales. Busquets con su impecablemente sincronizado movimiento de ida y vuelta, para construir y para defender casi en la misma jugada. Thiago, sustituto de Xavi en el once pero al tiempo con forzosa atención a la banda derecha, ante la avanzada posición de Puyol y la correspondientes coberturas del resto de los defensas.

Del medio campo hacia delante, variación constante de posiciones, combinación de roles para jugar por fuera y por dentro, Alexis, Pedro. Solo Fábregas pareció quedar al margen. El infame estado del césped de Mallorca pareció empujar al Barça a buscar el dinamismo habitual de su juego por esta vía del intercambio zonal, dada la dificultad de lograrlo con el balón a ras de suelo. El gol de Messi premió la iniciativa de los azulgrana, aunque solo fuera por las intenciones.

Guardiola, justo antes del inicio de la segunda parte, avisaba a Thiago haciendo el gesto de la tarjeta y llevándose el dedo índice a una sien; no sirvió de nada. Thiago expulsado y durante cinco minutos, el Barça pareció a merced del Mallorca. Muy mala pinta tenía el futuro del partido y del campeonato para el equipo barcelonista. Mientras, su entrenador, lejos de la histeria, dedicó esos minutos a pensar qué hacer. Se decidió por Montoya en lugar de Cesc. Defensa de cuatro más convencional. Acertó. El lateral del filial se comportó con competencia absoluta y Busquets inició con más tranquilidad la recuperación de la posesión, primero para serenarse, después para buscar una oportunidad y cerrar el partido.

Con Iniesta ya convertido en dueño y señor, Piqué y Puyol decidieron quedarse tras un córner propio. Con 10 y con 0-1, sí. Combinaron entre ellos para hacer llegar la pelota a Messi, y el rebote en el poste permitió a Piqué adornar con gol su mejor partido en semanas.

Desde Pamplona el Barça solo sabe ganar. La distancia con el Madrid se ha recortado y está obligado a competir por la Liga. La evolución permanente de su fútbol a veces alarga el camino en la búsqueda de los puntos, pero es la mejor manera de no quedarse anestesiado al agradable y cómodo calor de la complacencia ni sucumbir a la histeria de la excusa.

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Messi, dos fotos y carnet

Si no fuera porque son obvios los cuidados físicos y de entrenamiento que necesita un futbolista de élite, y más en su caso, con antiguas lesiones musculares, podríamos decir que lo único que requiere Leo Messi para jugar al fútbol son dos fotos y la ficha federativa. Así, como un chaval de 25 años que […]


10 de marzo de 2012 Daniel Cana - Sportyou

Si no fuera porque son obvios los cuidados físicos y de entrenamiento que necesita un futbolista de élite, y más en su caso, con antiguas lesiones musculares, podríamos decir que lo único que requiere Leo Messi para jugar al fútbol son dos fotos y la ficha federativa. Así, como un chaval de 25 años que apura el tiempo con sus amigos por puro placer, se comporta, con una naturalidad que asusta.

Tres días más tarde de los cinco goles al Bayer Leverkusen, las portadas de la prensa, las reacciones por todo el mundo, contrastan con la imagen de un bajito, cabeza agachada, recogiendo un balón abandonado en el césped, mientras el resto de jugadores cumple con los saludos propios del final de un partido. Messi coge la pelota, la bota un par de veces y se dirige al vestuario, donde se la firmarán sus compañeros. Es otra pieza para la colección, pero es inevitable evocar a un crío que se marcha a casa porque ya no hay luz en el campo y su madre le espera para cenar.

Ni las cifras de goles y asistencias, ni los títulos con el equipo, ni los premios individuales resultan suficientes para ni siquiera acercarse a la dimensión que adquiere Messi en un terreno de juego, al tiempo que tampoco parecen modificar sus rutinas ni su comportamiento. Transportar la alegre irresponsabilidad del jardín de infancia a la seriedad del fútbol superprofesionalizado. No dejar de intentarese regate que hacías con cinco años en un campo de tierra por los mejores estadios del mundo. Buscar a menudo al compañero con que mejor te llevas, como hacías con tu amigo en el cadete hace ocho años. Llorar tras perder una final de Copa porque se escapa la oportunidad de otra celebración.

El absoluto impacto del juego de Messi desde que Guardiola aquella noche en el Bernabéu le sacó de la banda, iniciando esa transformación para pasar de ser el mejor extremo derecha del mundo a discutir el trono de mejor jugador de la historia, el incremento de su influencia en un grupo con muchos otros grandes solistas, su silencioso liderazgo fubolístico, todo ha llegado de forma tan decisiva como espontánea. «Nuestra obligación ha de ser darle el balón a Leo en las mejores condiciones posibles y sentarnos a ver cómo acaba», Guardiola, privilegiado al poder ver al genio todos los días preservar la esencia del juego, cuando lo que ocurría en el verde era lo importante.

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Messi contra el azar

A cámara lenta, con un buen número de pases fallados, con Busquets de regreso, imprescindible para el juego pero dolorido y renqueante, como Iniesta, sin Xavi ni Piqué. La versiòn del Barça fue la original pero sin subtítulos. Ortodoxa pero incompleta. Necesitaba balón en cantidades industriales, aunque la manufactura resultante no tuviera la etiqueta negra […]


14 de febrero de 2012 Daniel Cana - Sportyou

A cámara lenta, con un buen número de pases fallados, con Busquets de regreso, imprescindible para el juego pero dolorido y renqueante, como Iniesta, sin Xavi ni Piqué. La versiòn del Barça fue la original pero sin subtítulos. Ortodoxa pero incompleta. Necesitaba balón en cantidades industriales, aunque la manufactura resultante no tuviera la etiqueta negra habitual. El equipo azulgrana se agrupó en las cercanías de la pelota mientras el Bayer lo hacía alrededor de sí mismo. Intimidado y ultradefensivo, consciente de su evidente inferioridad, el Leverkusen tiene pocos argumentos con el balón así que ni intentó jugarlo. Sí logro sin embargo reducir el ataque del Barça, que carente de agresividad y de uno contra uno se estrellò sin demasiado entusiasmo frente a los defensores alemanes. Contra toda lógica, un balón suelto en campo propio cazado por Messi sirvió para lanzar a Alexis y marcar el 0-1, en transición.

Tanto control no impidió que el Bayer empatara y tuviera alguna ocasión más. Pese a que el gol fue una de esas jugadas en que el balón no toca el suelo, esas que dan cuerda al tópico del fútbol alemán, que mientras tanto evoluciona, sobre todo en los pies de los futbolistas del Borussia Dortmund, el Barça evidenció una cierta carencia de contundencia defensiva, que esta vez pareció consecuencia de dudas individuales màs que de un mal funcionamiento colectivo.

Disfrazado el azar de gol de Kadlec, Messi apareció para eliminarlo. Empeñado pese a no encontrar portería, Leo inició su catálogo de combinaciones, en corto con Cesc, en largo con Alexis y luego Pedro, añadidas a sus habituales arrancadas. Ninguna de ellas fue groseramente agarrado y derribado como le suele ocurrir en la Liga BBVA. No se trata de ponerle una alfombra roja bajo los pies, obvio, sino de aceptar que una falta debe ser la excepción para defender, no la norma.

Con el final cercano, un mal pase dejó la pelota a la misma distancia de Messi que de un centrocampista del Bayer. Leo corrió a por él, enfiló la vertical de la portería, se apoyó en el desmarque de Alves y se deslizó hacia el segundo palo, seguramente con poca fe de recibir, rodeado de contrarios. Alves esperó y esperó, lo máximo posible, hasta enviar un pase que nada más salir de sus botas parecía demasiado largo y potente. La cazó Messi y obtuvo un merecido premio para su solidario partido. En noventa ocasiones tocó la pelota durante el partido. Como un centrocampista. El triple que un extremo. El doble que un mediapunta. Como el mejor.

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Tribuneando

El tristemente célebre entorno barcelonista ni se crea ni se destruye, solo se transforma, desde el estado de letargo hasta la ebullición, pasando por las escasamente sutiles sugerencias diarias. Cuando en los opinadores y/o seguidores que medran sobre la influencia de un equipo de fútbol se utiliza el nombre de alguien clave en la historia […]


13 de febrero de 2012 Daniel Cana - Sportyou

El tristemente célebre entorno barcelonista ni se crea ni se destruye, solo se transforma, desde el estado de letargo hasta la ebullición, pasando por las escasamente sutiles sugerencias diarias. Cuando en los opinadores y/o seguidores que medran sobre la influencia de un equipo de fútbol se utiliza el nombre de alguien clave en la historia de la institución con tinte despectivo, es que algo no funciona. Cruyffear.

Los años de sequía, algún intervalo de catorce años sin ganar la Liga BBVA, pero sobre todo los complejos, el victimismo y la ausencia de un plan futbolístico fueron desterrados para siempre por Cruyff, que aportó razones al orgullo barcelonista más allá de las incondicionales basadas en el sentimiento. Razones mucho más definitivas que un resultado. Se equivocó, claro, como cualquiera, en alineaciones y fichajes, menudencias comparadas con su ascendente y prestigio.

Pero claro, a este Johan Cruyff la actual Directiva del FC Barcelona le discutió el cargo de Presidente de Honor, qué se puede esperar. Del palco a las tribunas hay solo unas cuantas filas y escaleras. Sufrir, quejarse por un mal resultado concreto englobado en una trayectoria de un lustro, dudar, comparar con el de más allá, mirar siempre hacia el sur. No, no son los rivales, son algunos socios del club y medios empeñados en la superviviencia de una rancia dualidad por el poder.

La crítica deportiva es necesaria, incluso imprescindible. La descomposiciòn del equipo campeón de Rijkaard, tan cercana, así lo aconseja. Saludable. Aun atrevida en el caso de una alineación cuando el entrenador suma casi doscientas irreprochables, forma parte del juego. Pero cuando la cantera, tan nombrada y celebrada en la bonanza, se reduce a capricho y anécdota a la segunda derrota, las contradicciones retratan a los impostores.

El Barça está lejos del Madrid en la Liga BBVA, las cifras de los partidos fuera de casa comparadas con el curso pasado lo explican. Pero salvo la reciente primera parte en Pamplona poco se puede afear al equipo, que siempre terminó acogotando al rival en su área los días que no ganó (como es su obligación, por otra parte). No es novedad el bache del Barça de esta época en enero y febrero. Nunca ha ganado desde 2008 la ida de los octavos de UCL: empate con Lyon y Stuttgart, derrota frente al Arsenal. Pero siempre llegó a final de temporada compitiendo, exigido por el Madrid en casa, ilusionado por la gloria en Europa.

El azar. En todas sus conocidas y habituales formas y representaciones. Guardiola lo mencionó ayer. No como excusa, sino como objetivo. Eliminarlo. Regresar al dominio futbolístico que este equipo ha impuesto en las últimas temporadas a sangre y seda con el monopolio del balón y la agresividad por recuperarlo como argumentos. Aumentar la influencia de lo esencial sobre lo accesorio. Empezando por Leverkusen.

El proceso de Contador

Desde enero de 2009, fecha de aprobación del Código Mundial Antidopaje, propuesto por la AMA (Asociación Mundial  Antidopaje) y firmado por federaciones y países (vía respectivos Gobiernos) de todo el mundo, es conocido y aceptado el siguiente artículo: 2.1 La presencia de una sustancia prohibida o de sus metabolitos o marcadores en la muestra de […]


6 de febrero de 2012 Daniel Cana - Sportyou

Desde enero de 2009, fecha de aprobación del Código Mundial Antidopaje, propuesto por la AMA (Asociación Mundial  Antidopaje) y firmado por federaciones y países (vía respectivos Gobiernos) de todo el mundo, es conocido y aceptado el siguiente artículo:

2.1 La presencia de una sustancia prohibida o de sus metabolitos o marcadores en la muestra de un deportista.

2.1.1 Es un deber personal de cada deportista asegurarse de que ninguna sustancia prohibida se introduzca en su organismo. Los deportistas son responsables de la presencia de cualquier sustancia prohibida, de sus metabolitos o de sus marcadores, que se detecten en sus muestras. Por lo tanto,

no es necesario que se demuestre el uso intencionado, culpable o negligente, o el uso consciente por parte del deportista para poder establecer una infracción antidopaje conforme a lo dispuesto en el artículo 2.1.

Discutible o no, matizable sobre todo la necesidad de incluir un umbral o límite de cuantificación en determinadas sustancias, son las reglas del juego. Para todos. En la jornada de descanso del Tour de Francia 2010 Alberto Contador fue controlado positivo por clembuterol. Más de quinientos días después, es sancionado con dos años de suspensión desde aquel agosto 2010, además de perder sus victorias empezando por aquel Tour.

El proceso, más propio de Kafka que del deporte, ha discurrido desde la intención de la UCI de tapar el caso pactando con el ciclista, la posterior filtración del laboratorio a un medio alemán, la inicial propuesta de un año de sanción de la RFEC, para presiones políticas mediante, absolver al corredor y acompañarle, como parte tras ser juez y defensa activa en la acusación, la vista en el tribunal del TAS y por fin la sentencia de hoy, revisados y analizados los recursos y las miles de páginas de documentación aportadas.

No se ha probado la ingestión de carne con clembuterol, como defendía Contador, ni la hipótesis de la transfusión sanguínea, como argumentaba la AMA, que apreciaba junto al clembuterol plastificantes en la sangre y detalles no habituales en el pasaporte biológico del corredor (menos reticulocitos y hemoglobina de lo habitual), con lo que la conclusión del TAS, con tintes salomónicos, se inclina por la (probable) contaminación de un suplemento alimenticio. La imposibilidad de conocer sus valores reales de hematocrito, debido a su (desconocido hasta el proceso) certificado de exención, tampoco ha ayudado mucho al corredor.

Mientras se apaga el habitual ruido llamando a la conspiración y a la pura presunción de inocencia obviando la legislación en vigor, conviene detenerse en algunos datos. En la última década, a tres grandes carreras por etapas por año (Giro, Tour y Vuelta), de 52 corredores en el podio 26 fueron sancionados por dopaje. Solo en Vuelta 2007, Tour 2011 y Vuelta 2011 ninguno de los tres primeros fue cazado (datos vía @EldrickISB). Es un escenario pavoroso, que obliga a la reflexión pero sobre todo a mantener la lucha por el juego limpio.

La salud del deporte no puede depender de los colores o de la patria. Tristemente, el ciclismo se ha ganado estar bajo sospecha. Desde el caso Festina y desde mucho antes. ¿Recuerdan cómo ganó Alberto el Tour de 2007? Por eliminación de Michael Rasmussen por su propio equipo tras conocerse que mintió sobre su paradero para no presentarse a un control. Un día antes Vinokurov y su equipo Astana abandonaron la carrera después de conocerse que era positivo por transfusión de sangre endógena tras ganar una contrarreloj. Durante aquellos días nadie en España calificó las reglas antidopaje como obsoletas ni se bramó por su injusticia.

Contador podrá volver a correr en agosto. Ha perdido sus últimos triunfos pero no le aplican la sanción de forma efectiva como en la mayoría de los casos sino de manera retroactiva. Su hermano ya ha deslizado que no abandonará el ciclismo como comentó al principio del caso, y posiblemente en la inminente rueda de prensa defenderá de nuevo su inocencia. Es tan lógico y comprensible como su sanción, reglamento y conclusiones del juicio en mano. Mientras, las autoridades deportivas españolas continúan mirando hacia otro lado, al tiempo que pretenden organizar unos Juegos Olímpicos.

Por su parte, el ciclismo, formado por corredores, directores, equipos y patrocinadores se ha mostrado incapaz de resolver su problema. Silencio, negación, corporativismo o directamente la mentira y el disimulo como bandera.  Como decíamos, Vuelta y Tour de este año sin positivos. Es el camino, la tolerancia cero. Imprescindible tras kilómetros y kilómetros de decepciones.

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Rosell comunica

[FLASH https://www.youtube.com/watch?v=kqyY1MhdKxQ w=640 h=385] La habilidad para comunicar, para expresarse en público, para obtener empatía y comprensión por parte del receptor del mensaje, se posee o no, es difícil impostarla. Sin embargo, cuando alguien ocupa un cargo de importante responsabilidad y representatividad, los contenidos de las declaraciones públicas sí son manejables; quiero decir que nadie […]


1 de febrero de 2012 Daniel Cana - Sportyou

[FLASH https://www.youtube.com/watch?v=kqyY1MhdKxQ w=640 h=385]

La habilidad para comunicar, para expresarse en público, para obtener empatía y comprensión por parte del receptor del mensaje, se posee o no, es difícil impostarla. Sin embargo, cuando alguien ocupa un cargo de importante responsabilidad y representatividad, los contenidos de las declaraciones públicas sí son manejables; quiero decir que nadie está obligado a pronunciar palabras que no desea, ni hacerlo cuando no procede.

Este martes, el presidente del FC Barcelona, Sandro Rosell, asistió a un acto institucional con la ONG Intervida en el que se presentaba un acuerdo de colaboración con la Fundación del club para la gestión de centros de educación infantil y promoción del deporte en Senegal, Burkina Faso, Mali o Ecuador. Después, le preguntaron sobre fútbol y respondió. Bueno, fútbol sería mucho decir. Árbitros, ya saben.

No tocaba, pero mucho menos si la respuesta era algo así como «en lo que va de año la cosa no pinta demasiado bien». ¿Para qué dice eso? Desacredita los esfuerzos del vestuario para mantenerse al margen de esa penosa polémica, por mucho que se exageren comentarios recientes de Xavi Messi. No supone defensa alguna de los intereses del club, ni resulta oportuno cuando el equipo pasa por la peor situación clasificatoria de las últimas temporadas. Si ya resulta un argumento pobre quejarse de los árbitros con quinientos millones de presupuesto, al menos no lo hagas cuando pierdes o empatas un par de partidos.

Rosell insinuó también que el ‘análisis’ definitivo de la actuación de comités disciplinarios y demás debería realizarse a final de temporada, para añadir que “no hablo en nombre del Barça sino del fútbol y del deporte”. No, mire. Cuando esté en casa con su familia o en sus empresas haga lo que quiera, pero cuando represente al Barça con el escudo detrás sea consciente de que lo hace, y que no es lo mismo que Nike o Viagogo. Los socios que le votaron y los aficionados en general que respaldan al club desean que lo defienda, pero de manera correcta, administrativa y proporcionada. Hechos graves ha tenido para hacerlo en año y medio, como las acusaciones de dopaje o fraude deportivo, los acontecimientos de Pamplona o la reciente fuga de información en el canal tv oficial del club. Ahí sí es necesaria la presencia solvente de un Presidente y una Junta Directiva capaces y resolutivos, no para criticar al árbitro de turno como si estuviéramos en los salvajes palcos de los años 80 o en el reinado de Gaspart.

Para terminar, Rosell se envalentonó con esta pregunta a un periodista pero parece que dirigida a los socios: “¿Preferís ganar la Liga o que renueve Guardiola?» ¿Pero qué elección es esa? Es tan absurda que ni llega al nivel de ese traicionero juego infantil sobre querer más a mamá o a papá. Durante todo el curso pasado, el Presidente calló, contemporizó, se fotografió con quien le acusaba y mantuvo en primera línea de fuego a Guardiola, quien cuando interesa es más que un simple empleado, claro. Este año, rizando el rizo, ya ni siquiera son cuestiones externas, sino que Rosell le mete al entrenador el agua en el vestuario, mientras cambia una y otra vez el departamento de Comunicación del club.

Casi cincuenta minutos duró la rueda de prensa de Guardiola por la tarde, presuntamente previa a la semifinal de Copa frente al Valencia. Solo dos preguntas sobre el partido. Lógico. Árbitros y entorno. Pese a ello, el ejercicio de identificación, orgullo y exaltación barcelonista de Pep ha resultado impecable. Sobre los del silbato y sobre todo lo demás. Se ha mostrado en toda su crudeza la diferencia entre el fondo y la forma del mensaje de Presidente y entrenador, el abismo que les separa. Para el primero, el equipo está supervivo y ultrasólido (sic), tiene crédito y los tres títulos ya ganados convierten en buena la temporada. El segundo, dijo, entre otras cosas, “En estos cuatro años, hemos intentado ser modélicos, sobre todo en el empate y en la derrota, impecables, como tiene que ser este club. Quedaremos en la memoria de nuestra gente y en la de muchos aficionados, pero el crédito en el deporte no existe y hemos de intentar alargar esta etapa”.

Rosell siempre ha presumido de barcelonismo de cuna. Es socio desde 1970. Su padre, Jaume Rosell, fue gerente del Barça durante la presidencia de Agustí Montal, y él, el presidente más votado de la historia centenaria del club. A veces cabe preguntarse de qué le sirve. En su mayoría, el socio barcelonista quiere estar orgulloso de su equipo y de quienes lo representan. Con títulos o sin ellos. Ahí tiene su respuesta.

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El Barça y los límites

Xavi, aún a pie de césped, reiteraba que la filosofía de juego del equipo está intacta y es innegociable, como el estilo, pero al mismo tiempo reconocía que habían ganado «por casta y fe». Víctor Valdés, un poco después, asumía que «de nuevo hemos jugado con fuego» y que el Betis les había llevado «al […]


16 de enero de 2012 Daniel Cana - Sportyou

Xavi, aún a pie de césped, reiteraba que la filosofía de juego del equipo está intacta y es innegociable, como el estilo, pero al mismo tiempo reconocía que habían ganado «por casta y fe». Víctor Valdés, un poco después, asumía que «de nuevo hemos jugado con fuego» y que el Betis les había llevado «al límite». Mientras, en rueda de prensa, Guardiola confesaba que tras ganar tanto en los últimos años «parece que hace falta una situación límite para reaccionar», para inmediatamente a continuación calificar eso como algo normal e insistir en alejar la relajación de la situación actual del vestuario.

Resulta contradictorio. Como decía Johan Cruyff, si un equipo, por muy bueno que sea, juega al 90% de sus posibilidades, se expone a cualquier rival. La intensidad es imprescindible, medida sobre todo en concentración, para que el control de la pelota sea el correcto y así el pase salga disparado, para que ese envío tenga la fuerza adecuada, ni un poco más ni un poco menos, para que la línea del fuera de juego se adelante cuando toca, para que la presión sea coordinada y no requiera de esfuerzos físicos exagerados, para que el remate final vaya a un lado y no al cuerpo del portero. Lo de la casta y la fe, en un equipo de tal precisión, en un maquinaria cuya virtud esencial es la minuciosidad y la puntualidad en la ejecución, ofrece dudas. Las mismas que esa presunta obligatoriedad de estar contra las cuerdas para seguir pegando; nunca estuvo eso en el catón del equipo, que juega y juega sin mirar al marcador. Hacerlo en función del resultado, aunque comprensible y practicado por todos los equipos del mundo, es un vicio peligroso para un equipo grande, más aún para uno que alimenta su grandeza más allá de la cuenta de pérdidas y ganancias.

Tras el 2-2, la grada del Camp Nou reaccionó de manera espectacular y contagió al equipo, que recuperó el tono de la mejor fase del primer tiempo, acorralando al gran Real Betis que campó a sus anchas durante una hora larga de partido. Es imposible disfrutar del fútbol sin pasión y estímulos, el corazón a veces no lo permite, pero no todos los equipos conviven igual con el vértigo. Real Madrid, Manchester United, encantados de la vida. El Barça, no tanto. Aun en circunstancias diferentes, aquel partido contra el Inter debe servir de aprendizaje.

Porque ocurrió en Cornellá, la grandeza del partido de San Mamés escondió algo parecido, y lo mismo anoche. El gol que encaja el equipo en el Bernabéu en el primer minuto, sí mostraba un escenario fronterizo para la clasificación liguera. Pero los 89 minutos que restaban permitieron afrontarla con serenidad y naturalidad: el Barça se agarró a la pelota y sin aspavientos ni dramatismo remontó con solvencia el partido. Con menos tiempo para remontar, el disponible para la elaboración se resiente y con ello la calidad del producto final. Bienaventurados aquellos que disfrutan de la épica sin observar sus riesgos y sus traicioneros y caprichosos cambios de humor.

La excelencia también impone sus peajes. Si el actual FCB no parece disponer de un plan B en cuanto a la manera de imponer su fútbol, tampoco parece demasiado capacitado para sobrevivir en brazos de la fiebre. Las jugadas interminables, los goles tras un saque corto de Valdés, las triangulaciones de billar…furor en la grada, cirugía en la hierba.

Enjoy Iniesta

«Esperaba que nos costaría más»; así contestó Guardiola una de las primeras preguntas en la rueda de prensa post partido, referente a la dificultad prevista para sacar el balón jugado de atrás frente a la presión alta del Real Madrid. Quizá el error de Valdés, que obsequió al equipo local con un gol en apenas medio […]


11 de diciembre de 2011 Daniel Cana - Sportyou

«Esperaba que nos costaría más»; así contestó Guardiola una de las primeras preguntas en la rueda de prensa post partido, referente a la dificultad prevista para sacar el balón jugado de atrás frente a la presión alta del Real Madrid. Quizá el error de Valdés, que obsequió al equipo local con un gol en apenas medio minuto, satisfizo demasiado al Madrid de entrada y la ambición con la que afrontó en agosto la Supercopa quedó rebajada y convertida en una cierta indefinición. Agresividad en la disputa del balón pero no en los movimientos globales como equipo.

Cristiano, fuera de foco como casi siempre contra el Barça, pudo marcar, como antes Messi, pero fue Alexis tras el enésimo eslalon de Leo el que encontró portería. Resultan cuanto menos sorprendentes esas opiniones que señalan a Messi como una pieza que en ocasiones interrumpe la dinamo de toque del juego barcelonista. Aceleración o pausa, regate o pase, remate o asistencia, casi siempre elige bien pero sobre todo y más importante, siempre está disponible, sobre todo cuando el equipo más lo necesita.

Guardiola estaba como loco por jugar con los tres defensas atrás. El gol le proporcionó la excusa que necesitaba y, con Alves de comodín pero siempre en posiciones muy adelantadas, afrontaba el resto del partido asumiendo los riesgos de duelos una contra uno ante los delanteros del Madrid. No sufrió demasiado pero por el contrario y con cierta sorpresa perdía demasiados balones en medio campo. XaviFábregasPiqué evidenciando que aún no tiene su autoridad habitual, se mostraban incómodos e inseguros. Demasiada ida y venida, producida por esas pérdidas frecuentes. Sin embargo, nunca renunció a su personalidad. Con ocho futbolistas de la cantera en la alineación, el balón llegaba de nuevo a Valdés, una y otra vez, pese a su grave error, y poco a poco el contacto frecuente con la pelota aportaba la confianza necesaria para remontar el marcador.

En la segunda parte, aparentemente todo comenzaba igual, pero hubo un cambio fundamental: Iniesta; demasiado escorado en la banda izquierda en el primer acto, emergió como el gigante futbolístico que es. Partiendo de ese lado izquierdo pero con una presencia total por todo el frente de ataque, gobernó el partido con una facilidad casi insultante. Alrededor de su estela, creció Xavi, que encontró el gol con fortuna pero buscada al llegar a esas cercanías de área, continuó Messi, percutió Alves y marcó Fàbregas. Esta vez Dani Alves sí optimizó sus cualidades en esa posición más adelantada, en ese matiz tan dífícil de intrepretar que es el llegar pero no estar y cuajó una magnífica actuación.

La diferencia futbolística entre los dos equipos continúa siendo importante, pero el Barça necesitaba plasmarla necesariamente en el marcador ante la distancia clasificatoria con la que afrontaba el partido. Nueve puntos no eran insalvables pero sí parecían demasiados. Fue reconocible, siempre identificable, con la posesión pero también sin ella, con Puyol como elemento fundamental en los momentos difíciles. Insuperable en los duelos individuales, continúa en la élite. Con él y Piqué juntos jamás perdió el Barça, en casi sesenta partidos.

El Madrid terminó triste y decepcionado. Derrotado pero sobre todo confuso en su búsqueda de argumentos. Pensaba que estaba más cerca del Barça y terminó un poco más lejos. Antes del gol de Fábregas pudo empatar con un cabezazo de Cristiano, pero al tiempo es justo reconocer que se expuso a recibir una goleada mayor en la segunda parte. Algunos de sus futbolistas evidenciaron que no suman a sus condiciones físicas demasiado conocimiento del juego, y contra un Barça tan abierto resulta imprescindible. La Liga BBVA está empatada, estamos en diciembre. Nadie ha perdido nada, el show debe continuar, aunque el Barça demostró tener mucho mejor aprendido el camino, siempre buscando hacer sonar la campana, la iniciativa como argumento irrenunciable.

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Mañana será domingo

El apocalipsis que envuelve el fútbol en drama cada vez que Real Madrid y FC Barcelona se citan en un mismo lugar y hora impide en muchas ocasiones disfrutar plenamente del fútbol. Lo que ocurrirá después del partido, la distancia en puntos, las (presuntas) consecuencias anímicas para los jugadores y lo que se pueda trasladar a […]


10 de diciembre de 2011 Daniel Cana - Sportyou

El apocalipsis que envuelve el fútbol en drama cada vez que Real MadridFC Barcelona se citan en un mismo lugar y hora impide en muchas ocasiones disfrutar plenamente del fútbol. Lo que ocurrirá después del partido, la distancia en puntos, las (presuntas) consecuencias anímicas para los jugadores y lo que se pueda trasladar a la grada…Cierto es que el Barça acude al Bernabéu a tres puntos del Madrid, con un partido más, y que nunca en la era Guardiola compareció en Chamartín tan lejos en la tabla, pero al mismo tiempo no parece la distancia futbolística sea esa ni en realidad pueda ser cuantificada, como tampoco el efecto de que hace tres años y cinco partidos que el equipo azulgrana no pierde allí.

La defensa de tres o cuatro, el medio campo más o menos poblado, el acierto individual o la fidelidad al estilo más habitual de cada uno de los dos equipos junto con la propia personalidad y atrevimiento serán factores muy relevantes para el resultado final, pero sea éste el que sea, habrá un día después. Antes del primer clásico de la temporada pasada, ahora hace poco más de un año, Mourinho, en la rueda de prensa previa, soltó “Si ganamos, mañana será martes, y si perdemos, también”; por obvia no es menos cierta la frase.

Las teorías de los cambios de ciclo evitan a quienes las exponen sin más análisis que la bufanda tener que seguir pensando en nada más. La absurda y habitual costumbre del fútbol español en engullir y sustituir a sus equipos campeones responde a todo menos a la lógica deportiva. Por no irnos demasiado lejos en el tiempo, el Barcelona recibió cuatro goles más un pasillo en el Bernabéu en la última temporada de Rijkaard, en el calificado por Puyol “partido más triste de mi carrera”, para apenas unos meses más tarde ganar un espectacular triplete.

El Madrid de Juande Ramos recibió cuatro goles en Anfield Road y aún así encadenó un montón de victorias seguidas durante dos meses para discutir el título de Liga BBVA al Barça hasta el 2-6. Tras un resultado así, el Madrid obligó un año más tarde a su rival a obtener 99 puntos para revalidar el título, por no hablar de las cruentas batallas del pasado mes de abril, en las que el 5-0 quedó como un recuerdo lejano.

El gran duelo de nuestro fútbol actualmente tiene una magnitud que excede con mucho la de un partido. Los dos grandes están condenados a encontrarse temporada tras temporada y a disputarse casi todos los títulos. Ese es el único ciclo en el que verdaderamente están instalados y no tiene pinta de cambiar, el del bipartidismo. El Barça agarrado a su cantera y a su estilo, del que deberá estar pendiente en cuanto la pelota deje de entrar, con inmejorable presente y estimulante futuro. El Madrid, a lomos de su competitividad extrema, de su fe, de su historia y de su empeño en la coexistencia de fútbol y resultados. Los dos, con sus ingentes ingresos y sus respectivas y preocupantes deudas. Son vasos comunicantes, ojalá con el balón como principal elemento de discusión.

Barça, entre el orgullo y el desvarío

La victoria del Barcelona anoche en Milán ha merecido elogios de buena parte de la prensa italiana. «Gran Milan, Demasiado Barça», lleva a la portada La Gazzetta dello Sport, por ejemplo. En Barcelona, las cabeceras deportivas tampoco ahorran en calificativos admirables, pero el debate, tanto en las redes sociales como en las radios o en […]


25 de noviembre de 2011 Daniel Cana - Sportyou

La victoria del Barcelona anoche en Milán ha merecido elogios de buena parte de la prensa italiana. «Gran Milan, Demasiado Barça», lleva a la portada La Gazzetta dello Sport, por ejemplo. En Barcelona, las cabeceras deportivas tampoco ahorran en calificativos admirables, pero el debate, tanto en las redes sociales como en las radios o en las páginas interiores, va un poco más alla.

La conveniencia o no de jugar con tres defensas en un escenario como San Siro. La extrañeza al recibir ocasiones de gol del rival, Campeón de Italia. El rendimiento y acierto de Villa. La colocación de Puyol. ¿Son lógicas tantas variables para el análisis, cuando no directamente para la crítica, tras la trayectoria de este grupo y una victoria del prestigio que concede el viejo San Siro?

La magnitud del club azulgrana obliga a escrutar todos lo partidos con detenimiento. El estudio del juego del equipo, sus variantes, las decisiones de Guardiola…ójala abundaran más este tipo de debates y menos las charlas más propias de taberna que de actividades competitivas, que focalizan en los árbitros las razones de lo que pasa en el césped y termina arriba en el marcador.

Al tiempo, se ha de ser razonable y saber discernir dónde está el límite. Siempre teniendo presente que el resultado es el fin pero que le acompaña un medio, un buen espectáculo, un gran partido entre dos colosos del fútbol europeo, con las armas (distintas, más estimulantes aún) de ambos enfrentadas, merece un juicio flexible. El Barça ha colocado un listón tan alto que en el futuro será perseguido y contestado más por su recuerdo que por los rivales, como durante años le ocurrió al equipo de Cruyff. Mientras tanto, la naturalidad puede ser una buena guía, tanto hpara valorar los aplausos del Giuseppe Meazza al terminar el partido como para que evaluar si los tres defensas sufren porque el ataque del equipo no ha funcionado tan bien como otros días o si es que la distancia entre líneas fue superior a la habitual, no suponga restar méritos ni practicar el quintacolumnismo.

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La inocencia no se grita, se demuestra

El ciclismo, como cualquier otro deporte, merece y tiene derecho a la presunción de inocencia en sospechas y casos de dopaje, al tiempo que ha de respetar la justicia deportiva en cuyo marco compite de forma voluntaria. Lo que a estas alturas lamentablemente no tiene y de lo que no puede presumir es de una […]


20 de noviembre de 2011 Daniel Cana - Sportyou

El ciclismo, como cualquier otro deporte, merece y tiene derecho a la presunción de inocencia en sospechas y casos de dopaje, al tiempo que ha de respetar la justicia deportiva en cuyo marco compite de forma voluntaria. Lo que a estas alturas lamentablemente no tiene y de lo que no puede presumir es de una trayectoria más limpia frente a otros deportes. Es más, no debe recurrir a comparaciones ; el problema está en casa, desde hace más de veinte años, y lo que ocurra en el fútbol o en la petanca nada tiene que ver (si lo que se pretende claro es el juego limpio y no el sálvese quien pueda). Un delito no lo es menos porque el compañero de celda también lo haya cometido.

Ese fue el principal argumento del ex ciclista Óscar Pereiro en el programa Punto Pelota, cuya vehemencia y modales no desentonaron de las habituales polémicas futboleras. Sorprende sin embargo que un corredor, cuya mayor victoria profesional, el Tour del 2006, fue obtenida gracias a la descalificación por dopaje de un compañero de profesión, Floyd Landis, se expresara en esos términos y sorprende más aún que haya sido ampliamente jaleado por otros ciclistas en público y privado, como si no hubiera otra manera de luchar por su deporte. Ese complejo de los profesionales de nadie nos defiende, llevado a la última expresión.

El ciclismo nos duele, seguro que a Pereiro también, pero se necesita humildad, no descalificación de la discrepancia y mucho menos de la tozuda realidad. Se necesita credibilidad, para que los controles a las 8 AM con tus hijos delante en el desayuno no sean necesarios. Pero hay que ganársela, con Tour y Vuelta 2011 sin positivos, por ejemplo, como estupendo comienzo, mientras se termina de resolver el pasado.

En el caso de Ezequiel Mosquera resulta evidente que se ha tratado con poca diligencia y es lamentable mantener a un deportista en el limbo jurídico durante meses. La RFEC, para empezar. Pero eso no oculta el verdadero meollo de la cuestión: que al ciclista gallego se le encuentra hidroxetil en un control antidopaje en La Vuelta 2010, la misma sustancia que acompañaba la EPO de su compañero de equipo David García, el mismo equipo regido por sospechosos habituales de prácticas dopantes. No está demostrado que Mosquera se inyectara por vía intravenosa el HES, motivo de sanción, pero tampoco parece documentada la administración de ese producto por otra vía.

En España nos rasgamos las vestiduras y se dedican páginas y páginas contra las conspiraciones de la UCI por nimiedades como que no permitan la presentación de Alejandro Valverde con Movistar (con la reglamentación en la mano su sanción de dos años termina en enero, no en noviembre), pero pocas voces se reflexiona sobre el nombre y número de implicados presentes en la Operación Puerto, algunos de los cuales, inasequibles al desaliento, continúan compitiendo donde les dejan y rozando los límites como toda la vida, y el descrédito que supone el desarrollo del proceso mientras se conceden premios ajenos a toda lógica.

Alberto Contador se enfrenta la semana que viene a la vista en el TAS por el caso del clembuterol. Pereiro no admitía en Punto Pelota que Contador diera positivo por esa sustancia en el Tour del 2010. Todavía hoy nos encontramos artículos, y de abogados especialistas en derecho deportivo, hablando de injusticia, invocando el in dubio pro reo. Admitimos que Contador no era consciente de lo que comía pero obviamos su obligación como ciclista profesional de conocer la ley, y ésta, equivocada o no, mejorable o no, explicita que la carga de la prueba corresponde al acusado y no al acusador; vamos, que le toca a él demostrar por qué había clembuterol (y plastificantes, indicio indirecto de tratamiento sanguíneo) en sus análisis.

Una larga década después de la vergüenza del caso Festina en 1998, aún el dopaje tiene presencia en un deporte admirable y legendario pero cuya épica ha de retroalimentarse de la verdad, para que la gente en las cunetas y frente a tv no piense “sí, pero…”. Los propios ciclistas, muchos de ellos, los directores, los médicos, han conducido al deporte a esta situación, a forzar a que la ley les obligue no solo a ser honrados, sino también a parecerlo.

El honor de Contador

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Fútbol sublimado por litros en San Mamés

Messi aún no había marcado en San Mamés. Fábregas ni siquiera había pisado el césped de La Catedral en partido oficial (y buenas ganas que tenía de hacerlo como mencionó el día de su presentación en el Camp Nou). Los dos eligieron el mejor día posible para presentar sus respectivas credenciales, en un partido que […]


6 de noviembre de 2011 Daniel Cana - Sportyou

Messi aún no había marcado en San Mamés. Fábregas ni siquiera había pisado el césped de La Catedral en partido oficial (y buenas ganas que tenía de hacerlo como mencionó el día de su presentación en el Camp Nou). Los dos eligieron el mejor día posible para presentar sus respectivas credenciales, en un partido que homenajeó a todas las bondades que hacen del fútbol un espectáculo único.

Ni la pertinaz lluvia que cayó sobre Bilbao no ya durante el partido, sino los últimos tres días, ni la segunda parte en la que el colosal drenaje de la hierba de San Mamés dijo basta por momentos, impidieron que Athletic y Barcelona se batieran con valentía y dignidad, opusieran cada uno sus armas futbolísticas y compartieran su orgullo centenario. Bielsa eligió los marcajes individuales en el medio campo, con el trío IturraspeDe MarcosAnder Herrera-, con el apoyo de Muniain y Susaeta en las bandas, mientras que Guardiola envió a Messi y Adriano a la cal con instrucciones de abandonarla siempre que fuera posible, para con los movimientos de Fábregas crear el caos llegando sin estar, abastecidos con continuidad por Xavi e Iniesta.

Las bestias, elogioso calificativo de Guardiola a los jugadores locales por su espectacular despliegue físico, se igualaron a las bellas del toque y la combinación, para exhibir una magnífica representación conjunta. Ni el Ahtletic abusó del pelotazo ni renunció a salir a buscar al Barcelona muy lejos de su propia área, ni el equipo azulgrana prescindió de su estilo ni cuando el agua ya impedía que la pelota rodara normalmente. La posesión, en rangos de 40 vs 60 % durante todo el partido, evidenció que hubo diálogo, no el monólogo habitual.

Dos grandes goles y otros dos tras acuáticas carambolas por equipo sirvieron para establecer el marcador, que al ser el fin del juego siempre ha de cuantificarse de alguna manera. Lo bueno es que el medio dura más tiempo y permite matices de toda condición. Es agradable pensar que el fútbol crece y sobrevive no por la cháchara nocturna acerca de insignificantes nimiedades sino, por ejemplo en este caso, por la descripción contada y escrita, casi literaria, del primer encuentro de ambos entrenadores como previa al partido, el interés táctico y la justa, honrada, casi caballerosa hostilidad del combate físico durante el mismo, para concluir con el entusiasmo general tras el pitido final. Tres puntos pocas veces aportaron tanta satisfacción, no solo fue lluvia lo que jarreó hoy en el viejo santuario vizcaíno.

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