Fue una de las carreras olímpicas más recordadas. Aquella final de los 3.000 metros de los JJ.OO. de Los Ángeles 1984 es inolvidable. Nadie recuerda quién ganó la prueba, pero todo el mundo recuerda que la gran favorita, la estadounidense Mary Decker, tropezó con el pie de Zola Budd y cayó al suelo, perdiendo cualquier opción de ganar medalla alguna. Decker, una de las mejores atletas de la historia, pero que se retiró, por unas causas u otras, sin una medalla olímpica que colgarse del cuello. Mary Teresa Decker nació el 4 de agosto de 1958 en Bunnvale, en New Jersey. Siendo muy jovencita, su familia se trasladó a Garden Grove, en el sur de California. Allí fue donde comenzó a correr. A los once años realizó su primera competición y a los doce completó su primer maratón. A los 14, ya era la número uno de su país en los 800 metros lisos y la cuarta del ránking mundial. Sin embargo, nada podía prever que aquella niña que tanto prometía iba a tener una relación tan traumática con los Juegos Olímpicos. ‘Little Mary’ no pudo acudir a los Juegos de Munich en 1972 debido a su edad. En 1973, con quince años, batió su primer récord del mundo. Fue en una milla bajo techo. Ese mismo año, en un mitin en la ciudad bielorrusa de Minsk, se impuso en los 800 metros a la subcampeona olímpica, la soviética Nijole Sabaite. La carrera de Mary Decker subía como la espuma y todo hacía presagiar que en la siguiente cita olímpica, en Montreal, la estadounidense sería la reina de la pista. Sin embargo, los astros volvieron a conjurarse contra ella. Una fractura por estrés la impidió participar en los Juegos de la ciudad canadiense. El destino no la dejaría ser olímpica hasta 1984, ya que en 1980, el boicot estadounidense a los Juegos de Moscú también la impidió estar en esta cita olímpica. Sin embargo, todos estos impedimentos no socavaron su moral y ella continuó haciendo lo que mejor sabía hacer, que no era otra cosa que correr y correr. En los Mundiales de Helsinki de 1983, Decker se impuso en los 1.500 y 3.000 metros, logrando así la cumbre de su carrera. Ese año, la revista ‘Sports Illustrated’ la nombró mejor deportista. Con esta carta de presentación le llegó la gran oportunidad de participar en unos Juegos Olímpicos y, además, en casa. Los Ángeles 1984 fue su gran ocasión para confirmar todo lo que había ido anunciando en los años anteriores. Sin duda, era la gran favorita para la prueba de 3.000 metros. Sin embargo, la desgracia volvió a cruzarse en su camino. En la tercera vuelta, cuando Decker y Zola Budd corrían emparejadas, la estadounidense tropezó con las piernas de la surafricana, cayendo al suelo y lastimándose la cadera. Imposible de olvidar a Mary Decker, llorando desconsolada, consciente de que se le acababa de escapar, posiblemente, la última oportunidad de ganar una medalla olímpica. Decker culpó a Budd de su caída y ésta fue descalificada, aunque una hora después fue recalificada. Con el paso del tiempo, Decker reconoció que la culpa de aquella caída fue suya. Intentó conseguir aquella ansiada medalla olímpica en Seúl, pero un virus hizo mella en su salud y sólo pudo ser octava en los 1.500 y décima en los 3.000. En Barcelona’92 no fue seleccionada, y en Atlanta’96, unos niveles anormalmente altos de testosterona no la permitieron competir. Fue suspendida dos años por dopaje, pero, finalmente, fue absuelta.